Necesito un respiro, la única solución, la solución final quizá, no sé exactamente a lo que me refiero, o me interfiero, todo gira, se quema, todo canta. A mi alrededor crecen las madreselvas, las selvas de las madres, o las madres de las selvas, porque nadie iba a querer adoptarlas -como estilo poético o antipoético, y un día se me ocurrió fallar el tiro. Así que me calcé el frío y tuve un bbbb en el estómago que me dijo que lo hiciera. Lo hizo con las siguientes paroles:
Acuesta al peluche, ya no tienes nada que decirle más que su última voluntad antes de que los muros caigan como aquellos templos en el libro sagrado, ya sabes. Los siglos que pasen dirán que un grupo armado me confundió con un plato de lentejas y un cacho de pan mohoso -inexistente pero real. Es la verdad, lo confieso lo confisco, lo confundo. Huyo ¿de qué? De un café ¿a qué hora? A las tres. De eso huyo, ahora se ve el panorama con otra perspectiva.Pero no hubo nada en el fin de los tiempos. Repasemos el atardecer: mis maletas, en un rincón espumoso. Los geranios, corruptos como un pastel de arándanos recién recogidos por los mulos de mi abuelo, el fallero de los hoyos donde escondía la pala y el puñal. El grito y la hoguera. Junto y revuelto, la mayoría de los maoríes perdieron sus nombres en un pantano lleno de parches por culpa del aguacero que no calló -y no es una errata-.
Visión antropomorfa: jarro con cenefas delante de furiosos huracanes azules el dragón está aislado y hay que rescatarlo de manos de una doncella de baja alcurnia. Transvaloración. ¿Y los palillos de dientes? Transvaloración. El dolor del mundo en nuestros brazos laminados.
2 comentarios:
A mí una voz me dice: "acuesta al dragón, eres una inadaptada."
Gracias por el comentario; y no te des tan pronto por vencida.
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