Ríe el mar, el vestido se desgarra y se deja acuchillar una vez más, como si la ficción no pudiera penetrar en la realidad, y desnudarla, y hacerla también poema. Después de las calles en forma de espiral natural, un globo salta desde un balcón con una pintada que anuncia cosméticos para quemar la cara de enfermos terminales que habitan las vías abandonadas del metro en alguna ciudad dividida por un sol agazapado.
Vista de un puente: la misión de los hombres que lo atraviesan es secreta, nadie ha conseguido sacar de sus labios la palabra, la clave que nos haga comprender el tránsito lento de una ribera a la otra. La contaminación aguarda detrás de cada niño. No hay soledad sin trastorno, sin la ceguera amarga de quien sabe que los días no acaban sino que se enredan, en una lucha pesada e igualada, unos con otros.
Los músicos que esperan el semáforo en verde para proclamar la palabra en el desierto, los lobos que copulan con los leones, y los espacios vacíos, y las nubes horadadas por punzones invisibles que brotan de las jaulas brillantes en los brazos sangrantes que vomitan su consuelo entre mis párpados.
Vista de un puente: la misión de los hombres que lo atraviesan es secreta, nadie ha conseguido sacar de sus labios la palabra, la clave que nos haga comprender el tránsito lento de una ribera a la otra. La contaminación aguarda detrás de cada niño. No hay soledad sin trastorno, sin la ceguera amarga de quien sabe que los días no acaban sino que se enredan, en una lucha pesada e igualada, unos con otros.
Los músicos que esperan el semáforo en verde para proclamar la palabra en el desierto, los lobos que copulan con los leones, y los espacios vacíos, y las nubes horadadas por punzones invisibles que brotan de las jaulas brillantes en los brazos sangrantes que vomitan su consuelo entre mis párpados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario