Una especie de pérdida constante del nivel normal de la realidad.


El Pesa-nervios, Antonin Artaud


martes, 3 de marzo de 2009

DADÁ HONRA A SUS MUERTOS

Va en contra de Dadá acordarse del pasado. No hay más DADÁ que DADÁ. Man Ray vive en nuestros corazones y todo el rollo de película rodando por el suelo las espuelas. Para Dadá no hay para-dadá, ni pseudo-dadá; el señor Antipirina es sólo uno, puesto que si tuviera partes ya no sería uno, y si estuviera en el tiempo tampoco. Por eso ni Parménides ni Meliso de Samos ni Zenón son DADÁ- Manifiesto 2, capítulo 4, versículos 56 al 98 en el libro de "Proverbios": "Eloí es mi señor, nada me falta salvo una rama de olivo en la boca para atragantarme en ancas de rana ambivalentes y luminosas iluminadas2" "Padre, padre, ¿por qué me has abandonado?" Perdónalos, porque no saben que sólo hay DADÁ en el Universo, que no hay universos paralelos más que en Dadá y que la terapiología cienciologística es un truco del pueblo del opio y del opio del pueblo de por ahí perdido en una montaña en un valle inclinado con cubatas de piel de bebé Por el mundo se oye una canción: el himno de Dadá suena y Tzara me saluda desde el lago de los cisnes donde los muertos juegan al billar a escondidas para que las cucarachas no pisen los oasis convencidos de su debilidad psicológica, al menos no mientras en las dictaduras más salvajes encontremos rastros de dinosaurios tonales dentro de toneles negro como el tizón. (Aparte: un tifón le dijo a un marinero que la copa no contenía vino, sino esencia de champú sodomizado. Y, aún así, en los parques sigue soñando Alicia junto a la pared tapiada donde el conejo avanza en su tragaperras golpista)

Dadá no acepta el tiempo; sólo la nostalgia

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