Hay que volver a los ámbitos del sueño, donde las puertas son costumbres abandonadas a su suerte la ruleta gira a trescientos kilómetros por hora mientras un pollo de trescientos gramos de peso se enorgullece de ser el único superviviente de un campo de concentración donde las alacenas llueven abanicos en flor en todos los sexos de las urracas ladronas. Mañana celebran la boda a las nueve de la noche, cuando murió nuestro hermano y profeta en grandes tapas de tulipán coloreadas por niños hambrientos como puños cerrados, la payasada más grande del siglo y yo sentado sin hacer nada por ayudar a los alimentados que pasan delante de mi puerta con un racimo de leche en sus orejas correteando por el monte de invierno a verano y luego huyen las terrazas en jarras chinas y chinas en jarras limpian un museo ampliado recientemente en el suburbano de los manteles sucios como espinas.
Recuerda que la refriega empieza a la hora convenida con los sindicatos, que recibirán su parte del pastel a su debido tiempo para que la intranquilidad sea sólo pasajera. Un equipo trabaja intensamente hasta bien entrada la madrugada sin éxito por la recuperación de un ave millonaria que se identifica por los puntos de sutura en su bocaza de miel y parches de hojaldre la verdad no sé qué decir cuando el frigorífico acicala la mano del chimpancé sin dinero negro la tramoya se hunde farándula del gorgojo mientras dure la función de blues la sinceridad se agota por momentos en la venta ambulante de las callejuelas donde la venta de droga está permitida desde antes de que naciera el "Rey Sol".
Pataleta tercera (en vísperas de un visto bueno ministerial y misterioso como un buzo en la capa de ozono): los asesinatos no se cometen por dinero, sino por almas descarriadas que intentan hallar los orígenes de la orogénesis; me encantan las esdrújulas subidas de tono.
Dado de acero, dado de acero... que mañana ayunaremos.
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